Alex, Basquiat, y Duane

 

El fin de semana siempre es un regalo.Viernes, cena con los compañeros de trabajo. 6 compañeros se van de la biblioteca, algunos, de regreso a las listas de interino, otros a las del INAEM. Es lo que tienen las malditas oposiciones, que no miran la validez ni uno u otro, que todo depende de lo inspirado que estés el día del examen.Cena por 15 euros, con vino peleón, calamares y huevos rotos, y después, pupurri sesentero-ochentero en un bar cercano donde nos sirvieron un garrafón tremendo que me propinó un importante dolor de cabeza a la mañana siguiente.

 

 

Momentos de exaltación de la amistad, de foticos, y de risas con los pulpos vacilantes del bar que rondaban la cuarentena, y que intentaban conquistar a más de una con aquello de “tengo tierras, tengo riegos” (que parece mentira pero todavía debe de estilarse en los bares que no son de modernos). En los de modernos supongo que más bien es: “tengo coca, tengo éxtasis, vamos al baño a colocarnos”. Al menos eso deduzco de mis últimas salidas nocturnas. Por cierto que al de los riegos le dijimos que se fuese a Gran Scala, que había muchas tierras que regar.

 

El sábado tras comida familiar, fuimos a ver Los Crímenes de Oxford. Nada nuevo que no se haya dicho. Película meramente correcta. La química entre el hobbit y la musa es inexistente por mucha teta o ubre que enseñe la Watling. Además, la doblan, con lo cual la musa pierde esa voz susurrante que mece tanto a hombres como mujeres, y sale perdiendo. Ni Wittgenstein ni Pitágoras salvan la película, pero se deja ver. Lo mejor fue el trailer adelanto de Sweeney Todd. O es muy engañoso, o la nueva película de Burton promete. De todas formas, me pregunto qué le ha ocurrido a Alex de La Iglesia, para que una película de él parezca de cualquier otro. Seguramente, cuando los creadores son puestos en entredicho o algún periodista malévolo les pregunta lo mismo, contesten que es la madurez, o que están explorando nuevas formas de discurso y de hacer cine, o que esto siempre ha estado en su cine. Falso. Un director no tiene por qué hacer siempre la misma película, véase la propia Una historia verdadera de Lynch, alejada totalmente de Dune o Terciopelo Azul, pero sí debe conservar su talento. Y Alex de La Iglesia se lo ha dejado en el camino.

 

El domingo por la mañana tomo café debajo de casa con una de mis amigas, que me cuenta que ella ha tenido obstrucción de las glándulas salivares y que su hija tiene Síndrome de Duane. Joder, y todos pensando que la niña era una simple estrábica. Así que aprendo una nueva palabra médica que sé fehacientemente que no se me va a olvidar. Básicamente, consiste en que el ojo, generalmente el izquierdo, no tiene movilidad hacia la izquierda, lo que hace que la niña intenta mirar hacia la izquierda con el otro ojo, dando aspecto de estrábica. Me alivia saber que mi amiga se ha mirado unas 100 entradas distintas en google intentando adivinar más sobre esta dolencia, que afecta a un mayo número de mujeres. La diferencia entre ella y yo es que ella interpreta los datos acerca de las complicaciones que a veces tienen en los riñones como algo que no suele ser frecuente. Seguro que en mi caso, esa misma tarde notaría un dolor agudo en un costado.

 

Por la tarde no me dejan descansar. Quiero hacer el vago, quiero ver Basquiat, pero el teléfono suena y al final acabo en el cine con una amiga viendo “En el valle de Elah”. Película que se engrandece en el drama intimista de un hijo perdido y se pierde cuando la historia va más allá de esa muerte y el impacto de esos padres, y divaga acerca de la guerra de Irak, en un discurso que se queda miope, cojo, sordo y torpe, al menos para servidora.

 

Aún llego a tiempo de ver Basquiat, película sobre arte, sobre el ego de los artistas. La película pone de manifiesto la relación dual de desprecio y atracción que el artista negro estableció frente al dinero y la fama (porque el reconocimiento nunca fue utilizado como fin sino como un medio reivindicativo), así como un compromiso indeleble y tal vez único frente a su arte. Más que compromiso, y según el propio Basquiat, su creación respondió más bien a necesidades expresivas, puesto que para él no hubo ataduras sociales de ningún tipo.

Basquiat ha generado desde siempre muchísima controversia. Para algunos, sus pinturas responden a un alma infantil ajeno a este mundo. Para otros, es un verdadero genio. Lo único cierto, es que ha alcanzado fama universal (es el único artista plástico negro que ha salido en la portada del New York Times) y que sus pinturas se siguen vendiendo como churros.

 

Lo que no dice nada a su favor es que en algunas webs dedicadas al autor, se incluyan secciones que inviten al público a crear “una obra de arte estilo Basquiat”. Pero, ¿no habíamos quedado en que el arte es inimitable? A lo mejor basta con tener síndrome de Duane para saber mirar el mundo de una manera distinta.

 

~ por mismanitasdevelcro en enero 22, 2008.

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